Gabriela
Mistral,
pseudónimo da poetisa chilena Lucila
de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, nasceu
a 7 de Abril de 1889, na pequena vila de Vicuña, no Vale de Equi, a
norte do Chile, filha de
Juan Jerónimo Godoy Villanueva, e de Petronila Alcayaga Rojas, de
ascendência basca. Foi
criada na aldeia de Monte Grande, no mesmo vale, por sua mãe e uma
irmã mais velha. O pai, um professor primário, que escrevia
pequenos poemas para ela e lhos cantava à guitarra, abandonou a
família quando ela tinha 3 anos de idade. Dele, como diria mais
tarde Gabriela, herdou a veia poética e a alma nómada.
Poetisa,
educadora, diplomata e feminista chilena, foi a primeira escritora
latino-americana a receber o Prémio Nobel de Literatura, em 1945,
sendo comparada a Unamuno por alguns críticos. Eugénio d'Ors
chamou-lhe o “Anjo da Guarda da República do Chile”. Ninguém
como ela sentiu e descreveu os contrastes da paisagem chilena.
Tida como um
exemplo de honestidade moral e intelectual e movida por um profundo
sentimento religioso, a tragédia do suicídio do noivo marcou toda a
sua poesia com um forte sentimento de carinho maternal,
principalmente nos seus poemas em relação às crianças. Na sua
obra aparecem como temas recorrentes: o amor pelos humildes, um
interesse mais amplo por toda a humanidade.
Iniciou
a sua vida aos 15 anos, dando aulas e em 1914 obtém o 1º Prémio
nos Jogos Florais de Santiago do Chile com “Sonetos de La Muerte”,
sob o pseudónimo de Gabriela Mistral, formado a partir do nome dos
seus dois poetas preferidos – o italiano Gabriel D'Annunzio e o
francês Frederico Mistral - e com o qual se tornou universalmente
conhecida. Os “Sonetos” foram inspirados pelo suicídio do seu
noivo em 1909. Gabrielle nunca se casaria mas em 1946
conheceu a escritora estadounidense Doris Dana, com quem estabeleceu
uma relação de amizade que se manteve até à sua morte e a quem
confiou a sua obra, para que os direitos obtidos pela sua venda
fossem destinados às crianças de Montegrande.
Os temas centrais
nos seus poemas são o amor, o amor de mãe, memórias pessoais
dolorosas, mágoa e recuperação. A mãe de Lucila faleceu no ano de
1929 e a escritora dedicou-lhe a primeira parte de seu livro Tala, a
que chamou: Muerte de mi Madre.
Em 1922, o
Instituto Hispânico de Nova Iorque publicou uma colectânea das suas
poesias dispersas, sob o título de “Desolação”,
na qual está incluído o poema “Dolor” onde
fala da perda do seu amado. O sentimento de maternidade frustrada
aparece nos trabalhos seguintes, Ternura (1924)
e Tala (1938). Escreve depois Nuvens
Brancas (1930), A Oração da Mestra,
que lhe valeu o título de Cantora da Raça
(1930), Leituras para Mulheres (1932), Vidas
de Artesãos Franceses, obra-prima de prosa, e Vida
de S. Francisco de Assis uma obra excepcional, que
reflecte tendências para o misticismo e religiosidade. Antologia
(1941), Lagar (1954), Recados Contando
a Chile (1957), Poema de Chile
(1967).
Em 1922, foi
encarregada de estudar, no México a organização de bibliotecas.
Representou o Chile no Congresso dos Educadores, em Lucarno, e na
Conferência International das Universidades, em Madrid.
O Prêmio Nobel
transformou-a em figura de destaque na literatura internacional o que
a levou a viajar por todo o mundo e representar seu país em
comissões culturais das Nações Unidas. A notoriedade a obrigou a
abandonar o ensino para desempenhar diversos cargos diplomáticos na
Europa. Foi Secretária do Instituto de Cooperação Intelectual da
Sociedade das Nações; desempenhou funções consulares em diversos
países: Génova, Madrid, Lisboa, Petrópolis, Los Angeles. Conhecia
Portugal, sendo admiradora de Gil Vicente.
Sofrendo de
diabetes e com problemas cardíacos faleceu em 1957 numa clínica em
Hempstead, estado de Nova Iorque, nos Estados Unidos. Três anos
depois de morrer, o seu corpo foi trasladado, do Cemitério Geral de
Santiago para a sua aldeia natal, onde a população prestou uma
comovida homenagem à sua memória. O Governo chileno determinou que
a casa onde nascera e vivera fosse considerado monumento nacional.
Foi sepultada por sua expressa determinação numa colina junto do
Monte Grande, em cripta aberta na terra, apenas coberta por uma
pedra, na qual se encontra o seguinte epitáfio:
“Gabriela
Mistral – Prémio Nobel, 1945 – 7-4-1889 – 10-1-1957. O que a
alma faz pelo seu corpo é o que o artista faz pelo seu povo. G.M.”.
LOS SONETOS DE LA
MUERTE
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido,
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvoreda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido,
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvoreda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
LA MAESTRA
RURAL
La maestra era pura. "Los suaves hortelanos",
decía, "de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz".
La maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!
La maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
era ella la insigne flor de su santidad.
¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,
largamente abrevaba sus tigres el dolor.
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!
¡Oh labriego, cuyo hijo de su labio aprendía
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazòn en flor!
Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!
Pasò por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?
Daba sombra por una selva su encina hendida
el día en que la muerte la convidò a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.
Y en su Dios se ha dormido, como en cojín de luna;
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!
Como un henchido vaso, traía el alma hecha
para dar ambrosía de toda eternidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.
Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta
púrpura de rosales de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta,
las plantas del que huella sus huesos, al pasar!
La maestra era pura. "Los suaves hortelanos",
decía, "de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz".
La maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!
La maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
era ella la insigne flor de su santidad.
¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,
largamente abrevaba sus tigres el dolor.
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!
¡Oh labriego, cuyo hijo de su labio aprendía
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazòn en flor!
Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!
Pasò por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?
Daba sombra por una selva su encina hendida
el día en que la muerte la convidò a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.
Y en su Dios se ha dormido, como en cojín de luna;
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!
Como un henchido vaso, traía el alma hecha
para dar ambrosía de toda eternidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.
Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta
púrpura de rosales de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta,
las plantas del que huella sus huesos, al pasar!
Fontes:
www.wikipedia,org.
Lopes de
Oliveira, Américo – Dicionário de Mulheres Célebres
Poemas:
www.los-poetas.com.
obra de valor incomparável .
ResponderEliminarobra de valor incomparável .
ResponderEliminarPersonalidade com um carácter raríssimo e rico em humildade e gentileza . Senhora de si própria em Literatura castelhana.
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